domingo, 31 de julio de 2011

El enigma del numero 23 ¿Número mágico, cifra satánica o "virus mental"…?


23... Que es realmente…?

Ayer volví a ver la película: “El número 23” y me pareció que es algo mucho más que el mero título de una película protagonizada por Jim Carrey.
¿Coincidencias, casualidades o una puerta abierta a la locura? Esta cifra se ha relacionado con “extraños cultos religiosos” y con la práctica de “ceremonias satánicas”. Y se cree que podría ser una especie de “virus mental” de rápida propagación, muy contaminante.
El número 23 es mucho más de lo que parece a simple vista. Muchos creen que es la cifra mágica de una extraña religión de reciente aparición.
Ó el enigma 23 es la extraña frecuencia de este número en diferentes sucesos de nuestra vida diaria, o sino, en sucesos que creemos significativos. De cierto modo: “Parece está en todas partes”.

A continuación hago una reseña de algunas coincidencias numerológicas con el número 23.

23.5 grados es la inclinación del eje terrestre. (23 explicito y 5 es 2+3)

La sangre tarda 23 segundos en circular el cuerpo humano.

El cuerpo humano tiene 46 cromosomas, de los cuales 23 corresponden a la madre y 23 corresponden al padre. Y el número 23 es el que determina el sexo.

También el cuerpo humano tiene 23 discos vertebrales.

El oráculo taoista I Ching se lee tras lanzar seis veces dos monedas, con valor de 2 y de 3, y el significado de su hexagrama número 23 es caos, separación, desintegración.

El Apocalipsis consta de 22 capítulos (y todos sabemos como acaba)

La letra W es la letra número 23 del alfabeto, mientras que tiene 2 puntas hacia abajo y 3 puntas hacia arriba (ya vieron?)

2 dividido entre 3 es 0.666 (El numero de la bestia)

Analicemos el atentado del 11/09/2001 en el World Trade Center
World W=23 y la fecha
Trade T=20 11+9+2+1=23
Center C=3

La bomba Atómica cayó en Hiroshima a las 8:15 (8+15=23)

El “Bombazo de Oklahoma” fue el 19/04 (19+4=23)

Shakespeare: nació el 23 de abril de 1564 y murió el 23 de abril de 1616, a la edad de 46 años (46/2 = 23)

Kurt Cobaine: nació en 1967 y murió en 1994, sumen los dígitos de cada año individualmente…

Los aterrizajes del Apolo en la luna fueron dos, el Apolo 11 y el Apolo 12 (11+12=23) el primero fue en el “mar de la tranquilidad”, que está a 23.63 grados este y el segundo en el “océano de las tormentas” a 23.42 grados oeste.

Unos artistas que se llamaron “The Beatles”, la primera canción en el lado A de su álbum tomó 23 grabaciones para completarse.

La distancia del centro de Marte a la distancia del centro de su luna más próxima es de 23.5 miles de kilómetros.

César fue apuñalado 23 veces en su asesinato.

Diciembre 23 del 2012, el día en que los mayas creían que el mundo iba a terminar (también 20 + 1 + 2 =23)

2/3 de los ángeles decidieron quedarse en el cielo después de que Lucifer lo abandonó.

Según el Arzobispo irlandés Ussher, la creación del mundo se produjo el 23 de octubre del año 4004 a.C.

2 y 3 son los primeros números primos del sistema matemático (el 1 es una identidad)

El 23 es igual a la suma de 5 más 7 más 11, una operación en la que aparecen los cinco primeros números primos: 2, 3, 5, 7 y 11.

Además, en 1900 el matemático David Hilbert propuso una lista con 23 problemas matemáticos, los llamados “Problemas de Hilbert”, que en la actualidad continúan sin resolverse.

El nombre del isótopo de uranio utilizado en bombas atómicas es U23-5 (2+3=5)

El 23 de septiembre es el equinoccio de otoño.

Los templarios tuvieron 23 “Grandes Maestros”

El Titanic se hundió el 15 de abril de 1912 (1+5+4+1+9+1+2=23)

Los personajes creados por el escritor Arthur Conan Doyle, “Sherlock Colmes” y su inseparable “Doctor Watson”, vivieron en el 221 B de Baker Street durante 23 años.

Con tantas coincidencias, no resulta extraño que el inquietante escritor Robert Anton Wilson falleció el pasado 11 de enero después de una larga enfermedad. Aunque no pudo asistir al estreno de la película “El número 23”, es uno de los responsables directos de que este filme haya visto la luz.
Más que su descubridor o su auténtico creador, se podría decir que fue el padre del “enigma del 23”.
Hace 30 años se publicó su novela “El gatillo cósmico”. “El secreto final de los Iluminados” (Cosmic Trigger. Final Secret of Illuminati), una obra difícil de clasificar en la que relacionaba conceptos aparentemente muy alejados, como el enigma de Sirio, las drogas que alteran la mente, la inmortalidad y una conspiración a gran escala. Este libro, al igual que otros que le siguieron, se convirtió en una obra de culto para muchos, que encontraron en él una forma diferente de afrontar las grandes preguntas de nuestra realidad. Wilson cuenta en el libro que en 1966, cuando era uno de los directores de la revista Playboy, conoció al escritor William S. Burroughs, quien le introdujo en el “enigma del 23”.
Cuando Burroughs vivía en Tánger, Marruecos conoció a un tal capitán Clark, encargado del ferry que unía esa ciudad con España. Cuenta que un día el marino le explicó que llevaba 23 años al frente del ferry y que no había tenido un solo accidente durante ese tiempo. Ese mismo día el barco se hundió llevándose con él a Clark y a todos los que iban a bordo. Mientras Burroughs pensaba en la tragedia, puso la radio y escuchó en un informativo que había ocurrido un accidente aéreo en el avión de la compañía Eastern Airlines que realizaba el trayecto Nueva York-Miami. Lo curioso es que el aeroplano estrellado realizaba el vuelo 23 y su capitán se apellidaba Clark.
Esa extraña coincidencia llevó a Burroughs buscar nuevas casualidades y descubrió que el número 23 aparecía en muchas de ellas.
Robert Anton Wilson siguió su ejemplo y comenzó a anotar todas las coincidencias relacionadas con el 23. Se percató de que este número estaba relacionado con su vida, sus dos hijas habían nacido en diferentes días 23, y que aparecía en multitud de circunstancias, en ocasiones relacionadas con la muerte: en la película “Aeropuerto” el asiento del pasajero que lleva la bomba es el 23 y en “Historia de dos ciudades”, de Charles Dickens, el 23 es el número de la guillotina en el momento álgido de la narración. Asimismo, en el “código Morse” el 23 indica fallo o corte de línea.
Pero Wilson también observó que, si el 23 se podía relacionar presuntamente con el final de la vida, también tenía una aparente relación con su comienzo. En su “Cabalistic Dictionary” el mago Aleister Crowley (“MÁS ALLÁ”, 138) asocia al número 23 con el proceso de reproducción al definirlo como el número de la partición, la extirpación, la alegría, un filamento y la vida

Religión y virus mental
La física cuántica podría dar una pista para explicar cómo es posible la sucesión de coincidencias o sincronicidades que se relacionan con el número 23.
Robert Anton Wilson propuso que la clave para tratar de entender este fenómeno puede ser el llamado principio de inseparabilidad cuántica, que sostiene que cada partícula afecta a todas las demás sin importar el lugar en el que se encuentren. Las casualidades que rodeaban al 23, según cuenta Wilson en su libro, le convencieron de que esta cifra era la pista para comprender algo cósmico que hasta el momento se le escapaba.
El camino iniciado en la obra Wilson fue seguido por la “trilogía Illuminatus”, escrita en colaboración con Robert Shea, en la que, entre otras cosas, profundizó en las extrañas sincronías que se relacionan con el número 23 y que sirvió de inspiración a una creencia religiosa, el discordianismo, que considera sagrada esta cifra. Si Wilson descubre en El secreto final de los Iluminados el misterio del 23, en su posterior “Illuminatus” considera que se trata de un número cósmico con fuertes conexiones con la magia arcana y la sincronicidad. Esta última actúa como un virus que se extiende de persona a persona. Se puede contraer leyendo un libro o un artículo o, simplemente, hablando con cualquier amigo o vecino.
El “enigma del 23”, pensó Wilson, podría actuar de la misma forma. La verdad es que millones de personas siguen fascinadas con las extrañas coincidencias que rodean al mágico 23, tal y como quería Anton Wilson, que, en lugar de descubrir un número sagrado con una especial conexión con el Cosmos, simplemente lo creó de la misma forma que un pirata informático puede confeccionar un virus para los ordenadores.
En una entrevista concedida poco antes de su muerte, Wilson reconoció que el “enigma del 23” es de naturaleza artificial. Las coincidencias se cumplen por la convicción de quien cree en ellas. Se trata así de una demostración del poder de la mente para percibir la realidad de cualquier cosa que se encuentre en nuestro entorno.
Desde esta perspectiva, las coincidencias que rodean al número 23 son como una especie de “virus mental” o idea tóxica que se transmite con bastante facilidad y que anida entre quienes comienzan a observar que las casualidades relacionadas con este número se van haciendo un hueco en su vida.
En su último trabajo publicado, que precisamente se llama “El número 23”, Robert Anton Wilson detectaba una clara conexión entre este número y determinadas herramientas satánicas para difundir el misterio del 23 en todo el mundo como si se tratara de un gran “virus mental”, una idea que se contagia y que acerca la magia satánica a toda la sociedad de una forma inadvertida.
¿Cómo se cura la infección de un “virus mental” como el que podría ser el del 23? Howard Campbell, considerado un experto en iconografía subversiva, cree que la única forma consiste en detener la lectura sobre el número 23 y preguntarse por la relación con cualquiera que haya difundido esa idea entre nosotros.
Ése sería el camino, dice, para evitar una contaminación que puede provocar un, hasta ahora, inadvertido cambio en la conciencia.

El 23 tiene algo que parece atraer la atención de una forma especial. ¿Dónde radica su magia?

Por último, Sagrada Biblia Católica, Antiguo Testamento: Números 32:23 dice:

“Sin autem, quod dicitis, non feceritis, nulli dubium est quin peccetis in Dominum; et scitote quiniam peccatum vestrum apprehendet vos.
Liber Numeri 32:23
Vetus Testamentum
(Latin para)

“Pero si no proceden de esa manera, habrán pecado contra el Señor, y pueden estar seguros de que su pecado los condenará”.
Números 32:23
Sagrada Biblia Católica, Antiguo Testamento

sábado, 30 de julio de 2011

Cuando un robo se convierte en arte...

El ladrón de arte de Noah Charney, un libro para recomendar…

La alarma suena dos veces durante la noche en la «Iglesia de Santa Giuliana de Roma. El párroco acude de inmediato al oír la sirena y, en las dos ocasiones, no aprecia nada anormal. Cree que todo se debe a un fallo en el sistema y cruza la plaza hacia su domicilio tratando de dormir de una vez. Por la mañana, no obstante, un magnífico «retablo de Caravaggio», que presidía el altar mayor, ha desaparecido...
En París, la directora de la «Sociedad Malevich», Genevieve Delacloche destinada a conservar el patrimonio del pintor ruso Kasimir Malevich, se estremece al descubrir que la obra más importante del autor ha sido robada de la cámara acorazada que tenían en el sótano. El cuadro era «Blanco sobre blanco», es decir, una pintura totalmente blanca pero considerada el tesoro artístico más importante de la sociedad y de la que el pintor había hecho varias obras, iguales pero distintas.
En la «National Gallery» de Londres alguien consigue sustraer una de las obras «Blanco sobre blanco», recién adquirida y todavía en el departamento de conservación. El robo se produce de manera limpia, magistral y muy ingeniosa.
En los tres países, investigadores expertos en Arte se enfrentan a una auténtica «obra de arte» por la pulcritud con que se han sustraído las piezas y las escasas pistas, además de lo inverosímil y complicado de algunas de ellas.
Componiendo las piezas de este rompecabezas se encuentran los inspectores Jean-Paul Bizot, de la Policía Parisina, y Harry Wickenden, de la Metropolitan Police británica. Lo que parecía una serie de robos sin conexión forma parte de un plan monumental. Manipulaciones, pistas falsas y acertijos conducen hasta una fabulosa conspiración.
Las pesquisas se convierten en un thiller sembrado de contratiempos y excelentes revelaciones en cuánto al mundo del Arte y su entorno.

Datos del autor
Noah Charney, es licenciado en Historia de Arte por The Cortauld Institute y Cambridge University, fundador de ARCA (Association for Research into Crimes against Art / Asociación para la investigación de delitos contra el arte), una entidad que reúne a un grupo de expertos sin fines lucrativos dedicado a la investigación de las infracciones contra el patrimonio artístico. También colabora como experto en prensa, radio y televisiones de reconocido prestigio como la BBC.
A su vez, Charney es autor de numerosos artículos y de una colección de ensayos: (Art & Crime: Exploring the Dark Side of the Art World); además de un best-seller, traducido a 17 idiomas, publicado en español por Seix Barral: «El ladrón de arte». Ha sido profesor visitante en Yale University y actualmente enseña en The American University de Roma.
Trabaja como asesor en delitos contra el arte para museos de todo el mundo y para el FBI, Scotland Yard y los Carabinieri.
Vive en Italia con su mujer.

Comentario personal
Realmente, encuentro apasionante el mundo del arte y sobre todo lo que se puede llegar a ver en una obra pictórica. Además, considero que el robo de piezas artísticas también es historia del Arte. Y aunque lo parezca, no es un contrasentido, ya que la sustracción de cuadros y otros objetos constituye, para muchos expertos, una forma atípica de medir el valor de creaciones estéticas en un mercado singular.
Aunque en gran medida las desapariciones de obras de arte en galerías, museos y templos tienen como destino su turbia reventa en círculos restringidos, y en menor proporción, pero significativa proviene de encargos realizados directamente para la contemplación privada de lo sustraído.
Ese aspecto morboso del coleccionista privado que traspasa las líneas éticas para encargar el robo de una obra de arte, es la parte central de esta novela de Noah Charney, «El ladrón de arte», que ha sido traducida a algo más de 17 idiomas, ha alcanzado gran éxito entre los lectores, según lo que he leído.
Hace unos días y ante ciertas ausencias reiteradas de internet, por el servidor local, he revuelto mi biblioteca en búsqueda de algo para leer o releer. Y fue allí donde encontré «El ladrón de arte», y como pude comprobar al ver su primera hoja, era uno de los tantos libros que me regalan mis hijos, éste me lo había obsequiado mi hija Sabrina para mi último cumpleaños. Y aunque parezca insólito tanto familiares como amigos como conocer mi pasión por la lectura, habitualmente me obsequian libros, y como a veces se juntan tantos en determinadas fechas, van ha parar a mi biblioteca, y paulatinamente los voy leyendo, aunque en algunos casos algún que otro libro parece esconderse o es reacomodado y en ves de estar en los estantes de pendientes, aparecen en el de ya leídos… 
Bueno…, perdón por irme por las ramas, cuando lo encontré y dado mi apasionamiento por el arte y principalmente por la historia del arte, aunque tan sólo soy un mero aficionado, prácticamente en un par de días lo termine de leer. 
Desde ya, me ha encantado la trama, aunque no me he parado a comprobar algunos hechos, pero según lo que he leído sobre el autor y sus conocimientos sobre la historia del arte, creo que deben estar más que contrastados.
En líneas generales, estamos ante una muy buena novela. Es la primera que he leído Noah Charney, sería excesivamente justo afirmar que, en el marco de esa clásica estructura literaria que agrupa los capítulos en planteamiento, nudo y desenlace, el primero de ellos se extienda llamativamente, aunque personalmente, me encanta cuando los autores, desarrollan hasta el último de los detalles, porque eso me permite ver como en tercera dimensión, las descripciones de lugares y personajes.
El envolvente relato de las tres sustracciones, el Caravaggio de la Iglesia de Santa Giuliana y los Malevich de la Sociedad el mismo nombre, en París, y de la National Gallery de Londres, constituye una amena e pero intensa introducción que forma parte integrante de la trama misma.
Sobre todo, la formidable inclusión de dos conferencias sobre el robo de obras de arte en sendos encuentros científicos, pronunciadas por uno de los protagonistas, es uno de los éxitos del texto de Charney. Las intervenciones, muestras sutiles de la capacidad de mezclar métodos detectivescos de investigación, historia del arte y psicología de delincuentes y coleccionistas, constituyen de por si sólo, un ensayo perfectamente separable de la trama, pero en este caso perfectamente integrado en la novela.
A su vez, «El ladrón de arte» presenta una galería de personajes peculiares, en general bien trazados: la directora de la Sociedad Malevich, la de la National Gallery, el ya citado experto en robos o incluso un subastador de Christie’s lleno de recursos verbales, si bien dos de ellos se nos presentan con la mejor tradición humana y profesional de los inspectores más clásicos del género negro. Me refiero a los investigadores Bizot y Wickenden, que desde París y Londres, respectivamente, actúan en paralelo en una trama que permite poner de largo su mejor perspicacia y no pocas habilidades para el detalle. Si los rasgos del primero son presentados a lo largo de no pocos almuerzos con el rico coleccionista que no sólo le convida y con el que mantiene una sólida amistad, sino que le proporciona valioso asesoramiento artístico, el segundo aparece bien retratado en las conversaciones con una mujer paciente ante sus manías de viejo sabueso maniático.
Desde las primeras páginas, ese óleo sobre tela «Composición suprematista, blanco sobre blanco», la obra de Malevich que hace girar el argumento, es una inteligente metáfora sobre la capacidad de crear arte sobre el propio arte, sobre el valor que se otorga a las cosas y la importancia de no sólo mirar, sino observar detenidamente.
En este caso, construir una novela interesante en la que trama y personajes son sólidos.
«El ladrón de arte» una intriga fascinante de un complot en el cual alguien hacia desaparecer Blanco sobre blanco de Kasimir Malevich, te envuelve e interesa.

Se los recomiendo…!