sábado, 9 de julio de 2011

¿Qué pasó el 9 de julio de 1816…?

La respuesta puede considerarse como rápida y sencilla, se declaró la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, hoy Argentina.
Pero creo que para comprender cómo y por qué, debemos transportarnos mucho más atrás en el tiempo, porque el proceso de independencia se inició en la famosa Revolución de Mayo, e incluso mucho antes.
En 1810 se le quitó el poder al virrey del Virreinato del Río de la Plata, para depositarlo en el pueblo. Esto ocurrió porque España había sido ocupada por Napoleón, y el gobierno hispano había perdido legitimidad.
La mayoría de los instigadores de la revolución, igualmente, perseguían la independencia de España, pero durante años se mantuvo la llamada Máscara de Fernando VII, que consistía en decir que sólo se estaba formando una junta que gobernaba en nombre del rey depuesto.
En los hechos, dado que Fernando VII se encontraba impedido de reinar, jurarle fidelidad equivalía a gobernar en forma autónoma. En dicho momento se consideraba inverosímil la idea de que las fuerzas francesas pudieran ser derrotadas y que El Deseado volviera al trono; sin embargo esto último ocurrió en 1813 con la firma del Tratado de Valençay.
Pero cuando el rey volvió al poder el antiguo virreinato no cumplió con la jura de fidelidad que le había hecho, y siguió luchando contra las fuerzas españolas.
Eso fue lo que se llamó la Guerra de la Independencia, si bien la independencia se declaró mucho tiempo después como ya sabemos.
Pero en ese año de 1813 se convocó la Asamblea General Constituyente del Año 1813, convocada por el Segundo Triunvirato y con el apoyo de la Logia Lautaro, ya más propensos todos a hablar de independencia. Aquí ya se aclaró que la Asamblea asumía en nombre del pueblo, y no del rey de España, la soberanía y afirmó la independencia sin declaraciones explícitas.
El propósito era proclamar la independencia y redactar la constitución del nuevo estado. Durante su transcurso, los intereses sectoriales dividieron a los diputados, lo que terminó con una postergación de la declaración de la independencia. No obstante, durante esta Asamblea se establecieron una serie de resoluciones importantes.
Se suprimieron todo tipo de signos de dependencia política de España en los documentos públicos y en la moneda, incluso aceptó una canción nacional. Estableció el Escudo Nacional Argentino; Aprobó como Marcha Patriótica, el  himno creado por Alejandro Vicente López y Planes que hoy en día sigue siendo el himno nacional; Dictó la libertad de vientres de las esclavas; Eliminó mayorazgos y títulos de nobleza; Libró a los indígenas de la obligación de pagar tributo;  Mandó a acuñar la moneda nacional; Abolió la Inquisición y la práctica de la tortura; Y puso fin al tráfico de esclavos.
Al año siguiente la Asamblea disolvió el Triunvirato, un gobierno tripartito de las ya llamadas Provincias Unidas, y creó el Directorio, un gobierno unipersonal.
Pero se agudizó la lucha por el poder de las diferentes provincias, con Buenos Aires queriendo monopolizar todo. También se agudizó el problema contra las fuerzas españolas, al sufrir varias derrotas militares.
El problema era grave, por lo que se convocó una reunión de todas las provincias en Tucumán, esto ocurrió a mediados de 1815. A fines de ese año se eligieron diputados, con la idea presente de que cada provincia podía enviar un diputado cada 15 mil habitantes.
El Congreso de Tucumán comenzó a sesionar el 24 de marzo de 1816, con 33 diputados. Las reuniones se realizaron en una casa alquilada que luego sería llamada la Casa de Tucumán, propiedad de una tal Francisca Bazán de Laguna.
¿Qué debía decidirse en el Congreso de Tucumán?
Por esos tiempos había dos posiciones encontradas sobre cómo debía gobernarse la nación que se negaba a nacer, las Provincias Unidas. Uno decía que el gobierno debía ser centralista, y centrado en Buenos Aires. Otra, apoyada por los que seguían a José Gervasio Artigas, un régimen federal.
Buenos Aires era la provincia más rica, pero no por ser una provincia rica en sí, sino porque tenían la aduana por la cual salían todas las exportaciones de las demás provincias, y todas las ganancias quedaban allí. Por ende lo que quería Buenos Aires, era que el gobierno se organizase en derredor de ellos. Mientras que el resto de las provincias querían un gobierno federal en el que la aduana fuese de toda la federación, y no de una sola provincia.
Las provincias más en discordia con Buenos Aires, las del Litoral y la Banda Oriental, hoy Uruguay, no acudieron al Congreso, ya sublevadas porque Buenos Aires había permitido que los portugueses del Brasil invadieran la Banda Oriental.
Así y todo el Congreso decidió la suerte de la naciente nación. Para evadir las indecisiones y poder ya actuar como una nación, el 9 de julio se declaró formalmente la  independencia de lo que hoy llamamos Argentina  de España. El acta dice:
«Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protextando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuparar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli.
Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración." Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.»
Como en el Congreso también se evaluaba cómo iba a ser el gobierno de ahí en más, había algunos que tenían la idea de crear un protectorado inglés, otros buscar ayuda en la corona portuguesa, y hasta quien proponía crear una monarquía con un descendiente Inca en el cargo. Pero para evitar esto, a los pocos días se agregó en la fórmula... «y toda otra dominación extranjera».
El Congreso siguió en sesiones intentando buscar una solución para todas las provincias, incluso sancionó una Constitución en 1819, pero al mismo tiempo que se seguía luchando contra los realistas, comenzaba la larga guerra civil que evitaba la formación de una nación. El congreso fue disuelto en 1820, y la unión en una nación tardó varias décadas en llegar.
Incluso la Constitución que rige a la nación Argentina hoy en día fue sancionada en 1853 pero tan sólo por una parte de lo que hoy componen esta nación.
Esa Constitución fue rechazada por la estratégica Provincia de Buenos Aires, que en ese momento abarcaba también a la Ciudad de Buenos Aires y la Argentina se dividió en dos estados independientes: por un lado la provincia de Buenos Aires, con capital en Buenos Aires, y por el otro la Confederación Argentina, con capital en Paraná, Entre Ríos.
La República Argentina recién ser formaría de manera definitiva, luego de la victoria militar de Buenos Aires sobre la Confederación, en la Batalla de Pavón de 1860. Buenos Aires, liderada por Bartolomé Mitre, impuso la primera reforma constitucional de 1860 y la presidencia del propio Mitre. Con esta redacción, la Constitución de 1853 se convertiría en el marco jurídico para la organización de un Estado laico, y las transformaciones económicas que establecerían el modelo agro-exportador y la gran ola inmigratoria de ultramar (1850-1950).
Lamentablemente, el país se organizó políticamente en base a un sistema de elecciones fraudulentas, voto cantado, que llevó en los hechos a un régimen de partido único conservador, el Partido Autonomista Nacional (PAN).
La historia continuo con luchas y más luchas, hasta llegar a lo que hoy somos. Un país democrático y federal en la teoría pero más centralizado que nunca en la práctica y con un presidencialismo absoluto, casi autoritario, que avasalla constantemente a los otros poderes y niega el federalismo.
Es más ese personalismo autoritario que cuyo principal objetivo es la concentración absoluta de todos los poderes sin obligación alguna de rendir cuentas a la sociedad es una de las alternativa de nuestro país, que en algún momento deberemos decidir.
Y ese, el pueblo, como el del 25 de mayo ó el del 9 de julio quien deberá decidir entre: «presidencialismo absoluto o democracia»

Por último recordemos para finalizar un poema de Jorge Luís Borges:
Nadie es la patria.
Ni siquiera el jinete
que, alto en el alba
de una plaza desierta,
rige un corcel de bronce
por el tiempo, ni los otros
que miran desde el mármol,
ni los que prodigaron su bélica ceniza
por los campos de América
o dejaron un verso o una hazaña
o la memoria de una vida cabal
en el justo ejercicio de los días.
Nadie es la patria.
Ni siquiera los símbolos.

Nadie es la patria.
Ni siquiera el tiempo
cargado de batallas, de espadas y de éxodos
y de la lenta población de regiones
que lindan con la aurora y el ocaso,
y de rostros que van envejeciendo
en los espejos que se empañan
y de sufridas agonías anónimas
que duran hasta el alba
y de la telaraña de la lluvia
sobre negros jardines.

La patria, amigos,
es un acto perpetuo
como el perpetuo mundo.
(Si el Eterno Espectador dejara de soñarnos
un solo instante, nos fulminaría,
blanco y brusco relámpago,
Su olvido.)

Nadie es la patria,
pero todos debemos
ser dignos del antiguo juramento
que prestaron aquellos caballeros
de ser lo que ignoraban,
argentinos,
de ser lo que serían por el hecho
de haber jurado en esa vieja casa.
Somos el porvenir de esos varones,
la justificación de aquellos muertos;
nuestro deber es la gloriosa carga
que a nuestra sombra legan esas sombras
que debemos salvar.
Nadie es la patria, pero todos lo somos.
Arda en mi pecho y en el vuestro,
incesante,
ese límpido fuego misterioso.

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