martes, 26 de julio de 2011

Evita, una mujer digna de respetar y admirar…

«Maria Eva Duarte», como se llamaba al principio, «Eva Perón», como se la conoció en sus últimos años, «Evita», como el pueblo la bautizó, fue una figura que rompió todos los precedentes históricos y definió una modalidad política nunca vista hasta entonces. Durante el breve período de su actuación, al lado de «Perón», fue el centro de un creciente poder y se convirtió en el alma del movimiento peronista, en su esencia y en su voz. Adorada y a la vez odiada por millones de argentinos, lo que jamás provocó fue la indiferencia.
Cuando «Eva Perón» falleció a los 33 años, en la radio se anunció: «¡Nuestra líder espiritual ha muerto!». Paladín de los «descamisados» de Argentina, superó en popularidad a su propio marido, el presidente «Juan Domingo Perón»
«Maria Eva Duarte», nació el 7 de Mayo de 1919 en Los Toldos, Provincia de Buenos Aires. Se sentía asfixiada por el ambiente pueblerino y entonces, con tan sólo 15 años, decide mudarse a Buenos Aires buscando convertirse en una actriz. Sola, sin recursos ni educación, se enfrenta con un mundo hostil y duro, cuyas reglas desconoce. Pero triunfa: llega a ser actriz de cierto nombre, pese a la falta de mayores talentos teatrales, y a encabezar un programa de radio muy escuchado.
Pero su destino era otro.
En enero de 1944, «Eva Duarte» conoce al coronel «Juan Domingo Perón» en un festival que la comunidad artística realizaba en beneficio de las víctimas de un terremoto que había destruido la ciudad de San Juan pocos días antes.
En el mes siguiente, ya vivían juntos y dos años más tarde regularizan la relación, contrayendo matrimonio en una ceremonia íntima y que no trasciende al público.
Cuando en 1945 detuvieron a «Perón», la «señorita radio» movilizó a los sindicatos para que lo liberaran; una vez libre, se casó con él. Participó en ese año y el siguiente en la campaña presidencial de su marido, ganándose la adulación de las masas, a los que ella llamó «descamisados».Y cuando un año más tarde accedió a la presidencia, ella se convirtió en una poderosa líder a su lado.
A pesar de que nunca tuvo un puesto oficial en el gobierno, Evita actuó de facto como Ministro de Salud y Trabajo, premiando generosamente a los trabajadores a través del aumento de sus salarios, quienes respondieron con el apoyo político a «Perón». Luego de eliminar los subsidios a la tradicional Sociedad de Beneficencia, ganándose gran cantidad de enemigos en la elite tradicional, la reemplazó con la «Fundación Eva Perón», la cual fue sostenida por uniones voluntarios y contribuciones más aportes de la lotería nacional y otros fondos. Estos recursos fueron utilizados para establecer cientos de hospitales, escuelas, orfanatos, casas para personas de edad y otras instituciones de caridad. «Evita» fue gran responsable del voto femenino y formó el Partido Feminista Peronista en 1949. También introdujo la compulsiva educación religiosa en todas las escuelas argentinas.
En 1951 se realiza el Cabildo Abierto donde se intenta proclamar la formula «Perón-Perón» promovida por la Confederación General del Trabajo. El palco oficial, con dos grandes retratos de Perón y Evita y la sigla de la CGT, se levantó la intersección de la Avenida 9 de julio y la calle Moreno. Fue una de las mayores concentraciones de la historia argentina.
Dos millones de voces le piden a «Eva» que acepte la candidatura a la vice-presidencia; candidatura fuertemente resistida por varios sectores del poder. «Evita» procura declinarla expresando que «no renuncio a mi puesto de lucha: renuncio a los honores». Sin embargo, la negativa fue oficialmente anunciada el 31 de agosto en un discurso transmitido por radio y esa fecha fue fijada anualmente como «Día del Renunciamiento».
La voz oficial anunció por la radio que a las 20.25 hs. del 26 de julio de 1952, «Eva Perón pasó a la inmortalidad».
Los días que siguieron «como si una gran tiniebla descendiera en todos lados». Llovizna incesante sobre calles vacías, vidrieras a oscuras, los faroles de las calles cubiertos con crespones negros, no funcionaban los transportes. Se decretó duelo nacional por un mes y la obligación de mostrar señales de duelo. Cerraron los cines, los teatros y todos los espectáculos, las radios transmitían exclusivamente música fúnebre y los diarios orlaban su primera página con franjas negras. .
Fue velada durante 12 días bajo la Cúpula de la Secretaría de Trabajo. La acostaron en un féretro con tapa de vidrio y la cubrieron con un sudario blanco y una bandera argentina. Afuera la lluvia no se detenía y aquellos que querían despedirse esperaban diez horas, helados, empapados y hambrientos haciendo una larga cola que atravesaba cuadras y cuadras del centro de Buenos Aires. Medio millón de personas besó la tapa de cristal. Hubo escenas de dolor frente al ataúd, gente arrancada por la fuerza, gente atendida por las enfermeras de la Fundación.
El 9 de agosto colocaron el féretro sobre una cureña tirada por 35 representantes sindicales en mangas de camisa, la transportaron primero al Congreso, donde fue exhibida durante dos días y luego a la CGT que sería su morada provisoria mientras se construyera el monumento. Durante el trayecto una nube de flores eran arrojadas desde balcones: un millón y medio de rosas amarillas, alhelíes de los Andes, claveles blancos, orquídeas del Amazonas y crisantemos enviados por el emperador de Japón en aviones de guerra.
Para las clases sociales menos favorecidas, ella encanaba la reivindicación, la lucha contra las injusticias, así como sus sueños y fantasías.
Combatida o venerada incondicionalmente, «Evita» fue, es y será uno de los grandes mitos políticos de la Argentina del siglo XX. Siempre encarnó el ideal de justicia social en un territorio dramáticamente postergado. El misterio que rodeó ciertos aspectos de su vida y su muerte fue alimentando la leyenda y, una vez apropiado por la maquinaria cultural, se convirtió en objetos de consumo.
Logró canalizar fantasías colectivas, y el amor y el odio que encendió la ha convertido en única. Pienso que seguramente el tiempo ya ha suavizado el odio y lentamente ha pasado en ligero resentimiento, y la pasión exaltada de unos a ternura y admiración, de otros.
Pero lo que si podemos decir, los que opinamos, no siendo peronista, es que el mito fue sosteniendo la llama de una simple mujer devenidas en leyendas de pasión, hasta convertirse en admiración y respeto de todo el pueblo argentino. 
Creo que con una frase de Tomas Eloy Martínez se puede describir lo que el pueblo sentía, por «Evita»:
«Su muerte fue una tragedia colectiva. Sin la Dama de la Esperanza no podía haber esperanza. Sin la Jefa Espiritual de la Nación, la nación se acababa".

Tomando modestamente parte de la frase con la que Ricardo Balbín despidiera los restos del General Juan Domingo Perón, sólo me resta decir:
Que este militante Radical y adversario político de toda la vida, le rinde un sincero homenaje a una mujer digna de respetar y admirar...

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