sábado, 16 de julio de 2011

Reinaldo Arenas, la voz literaria más polémica y desgarrada de la literatura cubana del siglo XX…

Reinaldo Arenas Fuentes fue un novelista, dramaturgo y poeta cubano. Nació en Aguas Claras el 16 de julio de 1943 y falleció en Nueva York el 7 de diciembre de 1990.
Se destacó por su ataque directo al régimen comunista de Fidel Castro.
Sin duda, la voz literaria más polémica y desgarrada de la literatura cubana del siglo XX.
Lamentablemente para su autor, y como muchas veces ocurre, la obra de Arenas ha venido a ser reconocida sólo después de su muerte. Poseedor de una exquisita capacidad para narrar, su técnica literaria, su irreverencia y sus reflexiones, constituyen toda una riqueza para las letras hispanoamericanas.
Sus tres rasgos malditos, como él mismo destacaba, ser homosexual, no religioso y anticastrista, retrasaron su reconocimiento internacional. Las circunstancias han hecho que sea conocido antes por su vida que por su obra, máxima y última versión del llamado realismo mágico. 
Su obra quedó marcada por su vida. Quien ha leído su biografía, puede reconocer muchos pasajes de sus libros en los eventos de su azarosa existencia. Su madre fue abandonada por su marido poco después del nacimiento de Reinaldo, y se vio obligada a volver a la granja de sus padres. El niño se educó en el seno de esa humilde familia campesina, en un ambiente de gran libertad y rodeado de un paisaje espectacular y hermoso. Casi no había cumplido los 13 años cuando ya escribía sus primeros poemas.
Se unió a la Revolución antes de que triunfara, en 1958, y colaboró con ella durante un tiempo. En 1962 se instalaba en la capital cubana, emocionado y lleno de ilusión por el ambiente cosmopolita de la ciudad. Al año siguiente ingresó en el equipo de trabajo de la prestigiosa Biblioteca Nacional José Martí. Allí escribió y publicó su primera novela, «Celestino antes del alba» (1967), que sorprendería por su novedad. Y sería su única obra publicada en Cuba.
Al poco tiempo, la policía empezó a acosarle por sus ideas políticas y por sus vínculos con la floreciente subcultura homosexual de La Habana, entonces en plena eclosión. A partir de entonces, Arenas fue perseguido de forma implacable. 
En la década de los años 60, el régimen tomó durísimas medidas contra la homosexualidad y los artistas. Mientras muchos escritores eran acosados porque escribían textos que no siempre alababan al régimen, los homosexuales eran enviados directamente a campos de trabajo forzado. En una de estas prisiones, Reinaldo comenzó a escribir en 1966 «El mundo alucinante», que muchos consideran su mejor novela. Esta obra recrea la vida de fray Servando Teresa de Mier, fraile mexicano que vivió en el siglo XVIII y que es encarcelado por sus ideas. La novela fue sacada clandestinamente de la isla y publicada en el extranjero, con lo que Arenas se ganó la total hostilidad del gobierno de Fidel Castro.
En 1973 fue encausado por contrarrevolucionario al intentar huir de la prisión, donde había ingresado debido a una falsa acusación de abuso sexual. El intento de huida le convirtió en un fugitivo, hasta que fue capturado e internado en la prisión de El Morro, una cárcel para criminales comunes. Allí sufrió dos años, entre 1974/76, palizas, torturas y trabajos forzados, hasta que lograron arrancarle una autoinculpación.
Arenas fue un escritor compulsivo y a veces escribió en condiciones patéticas. Casi todas sus obras sufrieron diversos percances: fueron censuradas, editadas, escondidas y destruidas.
Entre los mejores amigos de Arenas en la isla se encontraban Juan Abreu y sus hermanos José y Nicolás, todos ellos escritores que hoy viven exiliados, el primero en España y los otros dos en Estados Unidos. Gracias a Abreu y su familia, algunos de los escritos de Arenas se salvaron de la destrucción castrista, porque ellos los mantuvieron ocultos mientras el escritor estaba en prisión o prófugo. 
Durante muchos años, el objetivo principal de Arenas fue escapar de la isla, lo cual finalmente logró en 1980 con el éxodo de Mariel. Vivió por breve tiempo en Miami, donde se reencontró con Juan Abreu. Fruto de la colaboración de ambos, surgió la revista literaria
«Mariel», que se edito desde 1983 hasta 1987.
Durante sus once años de exilio Arenas elaboró casi toda su obra, compuesta por numerosos libros, entre novelas, cuentos, poemas y obras de teatro. Destaca la famosa «Pentagonía», juego de palabras inventado por el propio Arenas compuesto por «pentalogía» o serie de cinco novelas y «agonía».
La «Pentagonía» está compuesta por las novelas «Celestino antes del alba», «El palacio de las blanquísimas mofetas». «Otra vez el mar», «El color del verano» y «El asalto»
Arenas se trasladó a Nueva York, ciudad donde enfermó de sida en 1987. Tras el diagnóstico de la enfermedad, se obligó a sí mismo a concluir todas las obras que había pensado escribir.
Se dice que su suicidio en 1990 no sorprendió a su íntimo círculo de amistades, ya que en diversas ocasiones había manifestado su horror por la tercera edad. Además, su larga agonía por el sida había empeorado las cosas. En la madrugada del 7 de diciembre ingirió gran cantidad de pastillas y falleció. 
Su extensa obra, fue traducida a numerosas lenguas.
Haciendo un resumen de las más importantes: «Celestino antes del alba»  (La Habana, 1967, única obra publicada en Cuba), «El mundo alucinante» (1969), «El palacio de las blanquísimas mofetas» (1980), «La vieja Rosa» (1980), «El Central» (1981), «Termina el desfile» (1981), «Otra vez el mar» (1982), «La loma del ángel», «El asalto» (1990), «El portero» (1990), «Viaje a La Habana» (1990), «Final de un cuento» (1991), «El color del verano o Nuevo jardín de las delicias» (Ediciones Universal, Miami, 1991; Tusquets, 1999), «Arturo, la estrella más brillante», «Adiós a mamá» y su autobiografía póstuma «Antes que anochezca» (Tusquets, 1992).
También después de su muerte, en el año 2001 se publico «Infierno», poesía completa con prólogo de Juan Abreu.

Última Luna
Por qué esta sensación de ir a buscarte
hacia donde por mucho que vuele
no he de hallarte.
Qué terror sin tiempo ahora me impele
a por sobre tanto terror siempre evocarte.
No ha de encontrar sosiego nuestra pena
(que hallarlo sería comenzar otra condena)
y por lo mismo jamás cesaré de contemplarte.
Luna, una vez más aquí estoy detenido
en la encrucijada de múltiples espantos.
El pasado  es todo lo perdido
y si del presente me levanto
es para ver que estoy herido
(y de muerte)
porque ya el futuro lo he vivido.
Ésa, indiscutiblemente, ésa es la suerte
que por venir del infierno arrostro.
Extraña amante,
solo me queda contemplar tu rostro
(que es el mío)
porque tú y yo somos un río
que recorre un páramo incesante,
circular e infinito:
un solo grito.

Autoepitafio
Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida  es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran demencia
y que el más sordido horror tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la muerte
como algo cotidiano a la que apostamos
un cuerpo espléndido o toda nuestra suerte.
Supo que lo mejor es aquello que dejamos
-precisamente porque nos marchamos-.
Todo lo cotidiano resulta aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir, el imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo,
el exilio, las múltiples ofensas
típicas de la vileza humana;
pero siempre lo escoltí cierto estoicismo
que le ayudó a caminar por cuerdas tensas
o a disfrutar del esplendor de la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba surgía una ventana
por la cual se lanzaba al infinito.
No quiso ceremonia, discurso, duelo o grito,
ni un túmulo de arena donde reposase el esqueleto
(ni después de muerto quiso vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar
donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente.
(Nueva York, 1989)

Sonetos desde el infierno
Todo lo que pudo ser, aunque haya sido,
jamás ha sido como fue sonado.
El dios de la miseria se ha encargado
de darle a la realidad otro sentido.
Otro sentido, nunca presentido,
cubre hasta el deseo realizado
de modo que el placer aun disfrutado
jamás podrá igualar al inventado.
Cuando tu sueno se haya realizado
(difícil, muy difícil cometido)
no habrá la sensación de haber triunfado,
mas bien queda en el cerebro fatigado
la oscura intuición de haber vivido
bajo perenne estafa sometido.
(La Habana, 1972)

Dos patrias tengo yo: cuba y la noche
Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
Jose Marti

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche,
sumidas ambas en un solo abismo.
Cuba o la noche (porque son lo mismo)
me otorgan siempre el mismo reproche: 'En el extranjero, de espectros fantoche,
hasta tu propio espanto es un espejismo,
rueda extraviada de un extrano coche
que se precipita en un cataclismo donde respirar es en si un derroche,
el sol no se enciende y seria cinismo
que el tiempo vivieras para la hermosura'. Si esa es la patria (la patria, la noche)
que nos han legado siglos de egoismo,
yo otra patria espero, la de mi locura.

Tú y Yo estamos condenados
Tú y yo estamos condenados
por la ira de un señor que no da el rostro
a danzar sobre un paraje calcinado
o a escondernos en el culo de algún monstruo.

Tú y yo siempre prisioneros
de aquella maldición desconocida.
Sin vivir, luchando por la vida.
Sin cabeza, poniéndonos sombrero.

Vagabundos sin tiempo y sin espacio,
una noche incesante nos envuelve,
nos enreda los pies, nos entorpece.

Caminamos soñando un gran palacio
y el sol su imagen rota nos devuelve
transformada en prisión que nos guarece.
La Habana, 1971

 

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