viernes, 11 de noviembre de 2011

A 190 años del nacimiento de Fiódor Dostoyevski el mejor conocedor del alma humana de todos los tiempos…

A 190 años del nacimiento de Fiódor Dostoyevski, y a título de homenaje a quien considero uno de los mejores escritores de todas las épocas, qué forjara novelas llenas de fuerza dramática en las que los personajes siempre con puntos de vista contrapuestos van desarrollándose libremente siempre en un violento crescendo.
Lo que si puedo afirmar es que Fiódor Dostoyevski, Dante Alighieri, William Shakespeare, Miguel de Cervantes, Víctor Hugo y algunos otros pocos elegidos han influido decisivamente en la literatura del siglo XX.

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski o tan sólo conocido como Fiódor Dostoyevski, nació en Moscú, Rusia, 11 de noviembre de 1821 y falleció en San Petersburgo, 9 de febrero de 1881. Educado por su padre, un médico de carácter despótico y brutal, encontró protección y cariño en su madre, que murió prematuramente. Al quedar viudo, el padre se entregó al alcohol, quién lo envió a estudiar a la «Academia de Ingeniería Militar» de San Petersburgo, en donde se licenció como subteniente, pasando a trabajar en la «Dirección General de Ingenieros», también en San Petersburgo, y que tras el fallecimiento de su padre, lo que le permitió contar con unas rentas, abandonó la carrera militar, para dedicarse a la escritura. Militó en un grupo que conspiró contra el Zar Nicolás I, lo que le valió una condena a muerte, que fue conmutada por cinco años de trabajos en Siberia, y otros tantos como soldado raso en el ejército. Amnistiado por Nicolás II, abandonó el ejército y fundo la revista «Vremya», y colaboró con «El Mundo Ruso». Viajó por varios países europeos y dos años después de su regreso, volvió a Europa, esta vez huyendo de sus acreedores, por deudas contraídas en el juego. El éxito de una de sus novelas publicadas con anterioridad, le permitió volver a Rusia y comprar una casa en Staraya Russa, en donde viviría el resto de su vida continuando con su labor creativa. Murió como consecuencia de la epilepsia, que se le había manifestado  a los nueve años, y que le acompañaría toda su vida, fue enterrado en el «Cementerio de Tikhvin» en el «Monasterio Alejandro Nevsky, en San Petersburgo, Rusia.

Obras
Fue autor de novelas y relatos, en los que estudia de manera magistral, la psicología humana.
Una novela en nueve cartas (1845)
Pobres Gentes (1846)
El Doble (1846)
Prokharchin (1846)
La Patrona (1847)
Polzum'kov (1848)
Un corazón débil (1848)
La mujer de otro (1848)
Un ladrón honrado (1848)
Un árbol de Navidad y una boda (1848)
Las noches blancas (1848)
Netochka Nezvamova (1849)
Un pequeño héroe (1849)
Stepantchikovo (1859)
Humillados y ofendidos (1861)
La casa de los muertos (1861)
Un trance desagradable (1862)
Notas desde el subsuelo (1864)
El cocodrilo (1865)
Crimen y castigo (1866)
El jugador (1867)
El Idiota (1868)
El eterno marido (1870)
Los poseídos (1871)
Bobok (1873)
Un adolescente (1875)
Mareg el mujik (1876)
El árbol de Navidad celeste (1876)
La tímida (1876)
El sueño de un hombre ridículo (1877)
Los hermanos Karamazov (1879)

Crimen y castigo
«Crimen y castigo» es considerada por algunos críticos como la obra maestra de Dostoyevski y es, sin duda, una de las más conocidas. El «Instituto Nobel» y el «Club del Libro Noruego» la han ubicado entre las cien mejores obras de la literatura mundial.
Esta novela, contiene dos de los temas característicos de Dostoyevski: la relación entre la culpa y el castigo y la idea de la fuerza redentora del sufrimiento humano, planteando con todo vigor el conflicto entre el Bien y el Mal, ese dualismo ético que es una constante en la obra del autor. Bajo el armazón naturalista de una novela de tesis, subyace una alegoría metafísica y moral. Observa Dostoyevski que el castigo no intimida al criminal, «pues éste de por sí pide ya moralmente un castigo».

Sinopsis
Rodion Romanovich Raskolnikov, es un joven solitario, impulsivo y soberbio que, encontrándose en una situación de pobreza extrema, ha debido abandonar sus estudios. Poco tiempo antes publica en un periódico la teoría de que existen determinados seres no ordinarios habilitados y hasta obligados moralmente a transgredir los límites legales si necesitan llegar a un fin sublime. Estos seres superiores no pueden ni deben guiarse por preceptos jurídicos que, adecuados y hasta necesarios para el resto de los hombres, a ellos les impide desarrollar todo su potencial. Plantea además que, de hecho, si no hubiesen existido a lo largo de la Historia hombres de este tipo dispuestos a romper las normas vigentes, la sociedad nunca hubiera progresado. Raskólnikov tiene la febril obsesión de probarse a sí mismo que es uno de esos seres y, sobre todo, de realizar a su vez una gran obra o al menos comenzarla. De esta forma, si luego de transgredir el ámbito del Derecho con lo realizado, logra mantener intactos sus valores morales y la creencia en ellos sin que sucumban ante los dominantes expresados por las normas jurídicas, habrá actuado y obtendrá la certeza que necesita.

El Jugador
El jugador es otra de las piezas básicas en el edificio de la obra de Dostoyevski, conteniendo absolutamente todas las características de sus novelas más famosas, esto es, morbosidad, dramatismo, tensión casi intolerable, agresividad y revelación punzante y sutil de estados anímicos vividos y superados por el genial escritor. Dos pasiones principales campean en este libro: la del juego, que envenenó al propio autor, hasta pocos años antes de morir, y la de un amor hecho de humillaciones, equívocos, odios y abnegación quijotesca. Obra de plena madurez por la reciedumbre de la trama y el trazado de sus personajes atormentados y complejos. El jugador absorbe al lector desde sus primeras líneas.

Sinopsis
Ruletemburgo es la imaginaria ciudad donde se suceden los acontecimientos. Se trata de una capital de casinos por la que transitan personajes diversos y extravagantes en busca de la fortuna del juego, dominados por la ludopatía, la codicia o el orgullo. La ruleta servirá como símbolo de un infierno donde la voluntad queda anulada y entregada al riesgo y a la emoción constante. El protagonismo está disputado, por tanto, entre el personaje protagónico, Alexéi Ivánovich, y la propia descripción, tanto de la acelerada atmósfera, como de los personajes que rodean la sala de juego, en todo momento analizados minuciosamente por el autor.

El Idiota
Ésta es la segunda obra de Dostoyevski ubicada entre las cien mejores obras de la literatura mundial por el «Instituto Nobel» y el «Club del Libro Noruego».
La motivación inicial parte de la intención del autor de crear un personaje que representase al «perfecto hombre bueno», un «tipo» que luego intentaría describir nuevamente en la figura de  «Tijón» de «Los demonios» y en las de «Zósima» y «Alióscha» en «Los hermanos Karamázov». Se trata, en definitiva, del contrapunto del egoísta o del hombre subterráneo, otro tipo característico en los personajes del autor.

Sinopsis
La obra retrata la degradación moral y familiar de la sociedad rusa a partir del análisis del comportamiento de diferentes familias representativas del espectro social petersburgués, y se desarrolla en un contexto de enfrentamiento entre el príncipe Mishkin, el «hombre bueno» y la amarga realidad que se presenta ante él, enfrentamiento que en muchas ocasiones se manifiesta como no comprensión mutua, y siempre, para el protagonista, como un padecimiento.

Los hermanos Karamázov
En «Los hermanos Karamázov», última obra y síntesis monumental de su pensamiento y de su arte, desarrolla su íntimo convencimiento de la necesidad de un cambio radical en los destinos sociales y morales de la humanidad. El autor plasma un trágico cuadro de la sociedad de su tiempo y denuncia la corrupción engendrada por el poder del dinero, las pasiones incontroladas, el egoísmo y la ignominia espiritual.
Ésta es la cuarta obra de Dostoyevski ubicada entre las cien mejores obras de la literatura mundial por el «Instituto Nobel» y el «Club del Libro Noruego». Es, además, considerada por el mismo autor como su obra maestra.
Sinopsis
El protagonista, Alexei Fiodorovitch Karamázov, Alioscha, es la continuación de la idea del hombre ruso ideal, encarnada antes en Makar, Tijón y Mishkin; y llevada a su límite en esta misma obra en la figura del religioso Zósima, su maestro o stárets. Ambos son seres benéficos, serenos, positivos y proclives al amor y sacrificio por el bienestar de sus semejantes. Pero no son fanáticos, sino seres que dudan. Alexei, por ejemplo, llega a expresar «Pues bien, no sé si creo en Dios.». En lo que respecta a Zósima, es una imagen idealizada de la bondad, con una gran capacidad de entrega a los demás y una absoluta falta de deseo material. Constituye la imagen del «ruso ideal» de Dostoyevski. Su visión de Rusia, del mundo y de la religión, así como su biografía, ocupa todo el libro VI de la novela, titulado Un religioso ruso.
Este libro habla de la degradación humana, encarnada en la familia Karamazov, donde el vehículo de la trama es el asesinato del padre de esta disfuncional familia Fedor Pavlovich, padre de unos hijos tan disímiles entre sí, como Dimitri, Ivan y Aloshia, y dos mujeres que participan en dos triángulos amorosos distintos como Katerina Ivanovna y Grushenka, que junto con el interés económico y el rencor padre-hijo desencadenan este trágico suceso.
El problema familiar sería pintado, en primer término, en la relación de mutuo desprecio y rivalidad entre el hermano mayor de Alexei, Dmitri Karamázov, y su padre, Fedor, un terrateniente cruel y cínico. Además del hijo ilegítimo de Hedor, Smerdiákov, joven epiléptico que jugará un rol central en el desenlace de la obra; y en la relación ambivalente entre los propios hermanos. Por otra parte, Iván Karamázov, figura también central en la novela, se muestra como un escéptico; más que un ateo clásico que niega la existencia de Dios, se trata de un ser racional que se pregunta constantemente si es necesario creer en él aunque exista. La existencia o no existencia de Dios, ante los ojos de un ateo racionalista como Iván, es un debate estéril. Lo que le importa a este personaje realmente, es si es moralmente plausible amar a un Dios que, en caso de ser real, se ha olvidado de sus hijos, en su opinión, este hecho, por sí mismo, lo convierte en un no-Dios; y su no existencia, como fuente moral compartida implica, en lo concerniente a los hombres, que todo está permitido. Por otra parte, es este personaje el que, sin ser ortodoxo, manifiesta el mayor desprecio por la Iglesia Católica Romana.

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