domingo, 12 de junio de 2011

Héroes olvidados…

El Teniente General post mortem Juan José Valle (n. Buenos Aires 1896 - 12 de junio de 1956, Buenos Aires) fue un militar argentino que en 1956 encabezó una fallida sublevación cívico-militar contra la dictadura militar autodenominada Revolución Libertadora del General Pedro Eugenio Aramburu.
En septiembre de 1955, la autodenominada «Revolución Libertadora» había derrocado a Perón. El 13 noviembre de 1955, el general Pedro Eugenio Aramburu asumió la presidencia del país. Durante su gobierno se intervino la CGT, se persiguió a la clase dirigente peronista, se desmanteló el IAPI, y hasta se prohibió todo tipo de mención de términos, palabras o frases vinculadas al peronismo.
El decreto 4161, del 5 de marzo de 1956, establecía: «Queda prohibida la utilización (…) de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas y obras artísticas (…) pertenecientes o empleados por los individuos representativos u organismos del peronismo. Se considerará especialmente violatoria de esta disposición, la utilización de la fotografía retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto el de sus parientes las expresiones ‘peronismo’, ‘peronista’, ‘justicialismo’, ‘justicialista’, ‘tercera posición’ la abreviatura ‘PP’, las fechas exaltadas por el régimen depuesto las composiciones musicales  ‘Marcha de los Muchachos Peronista’ y ‘Evita Capitana’ o fragmentos de las mismas y los discursos del presidente depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos».
En la noche del 9 de junio el general Juan José Valle encabezó una rebelión cívico-militar que tuvo sus focos aislados en Buenos Aires, La Plata y La Pampa. El intento concluyó al cabo de unas pocas horas.
En los enfrentamientos los sublevados mataron a tres personas, Blas Closs, Rafael Fernández y Bernardino Rodríguez y tuvieron a su vez dos muertos, Carlos Yrigoyen y Rolando Zanera, sin contar, por supuesto, los que fueron luego fusilados.
Derrotado el movimiento, el gobierno militar, por orden de Aramburu, decidió efectuar un castigo ejemplificador y completamente inusual para la historia argentina en el siglo XX disponiendo el fusilamiento de los sublevados. Por este acto algunos sectores han denominado a aquel gobierno militar como «la Fusiladora».
La medida contribuiría a profundizar todavía más los odios y rencores.
Entre el 9 y el 12 de junio de 1956, veintisiete civiles y militares fueron fusilados, algunos de ellos en fusilamientos clandestinos realizados en José León Suárez, antes de la orden de ley marcial, relatados en un clásico libro de Rodolfo Walsh titulado «Operación Masacre».
Valle, muy deprimido por los fusilamientos que ya se conocían, se había refugiado en casa de un amigo, Andrés Gabrielli. Como insistía en presentarse Gabrielli se entrevistó con el capitán Francisco Manrique en la Casa de Gobierno y obtuvo la promesa de que se respetaría su vida. El 12 de junio Valle esperó que Manrique lo fuera a buscar y lo llevara al Regimiento de Palermo, donde lo interrogaron y condenaron a muerte.
Manrique fue a ver al general Aramburu y éste se negó a conmutarle la pena aduciendo que después que se fusiló a suboficiales y civiles no se podía dejar de aplicar la misma pena al cabecilla del movimiento. A las 8 de la noche avisaron a su familia que a las 10 sería fusilado.
Su hija Susana que tenía entonces 18 años corrió a ver a Monseñor Tato, que había sido expulsado por Perón en 1955, quien por intermedio del Nuncio Apostólico obtuvo que el Papa telegrafiara un pedido de clemencia a Aramburu, sin resultado.
Juan José Valle fue fusilado el 12 de junio de 1956 en la Penitenciaría Nacional de la Ciudad de Buenos Aires, actual parque Las Heras (en las calles Coronel Díaz y Las Heras) donde se encuentra una placa colocada en su memoria y la de los demás fusilados.
Antes de morir entregó varias cartas a su hija Susana, entre ellas una a Aramburu, que a continuación citamos:
«Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido.
Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.
Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.
La palabra ‘monstruos’ brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.
Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante Dios, que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conozca un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria.»
                                                                               Juan José Valle. Buenos Aires, 12 de junio de 1956.

En homenaje al General Valle, una calle de la ciudad de Buenos Aires lleva actualmente su nombre. También en Mar del Plata, en el barrio alfar otra calle lleva su nombre, la 407 ex 28.
El 12 de junio de 2006 en homenaje a Valle se dio el nombre de «Tte. Gral. Juan José Valle» a la Escuela de Ingenieros del Ejército Argentino.

Pero respecto de los otros fusilados, casi ningún recuerdo..., por ello, estas humildes pero sentidas líneas son para esas personas que ofrendaron sus vidas por la causa del pueblo argentino…
Por esos héroes olvidados….


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