viernes, 7 de octubre de 2011

Al maestro del relato corto, en un nuevo aniversario de su fallecimiento…

A 62 años del fallecimiento de Edgar Allan Poe...

Edgar Allan Poe, nació en Boston, Estados Unidos, el 19 de enero de 1809 y falleció en Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de 1849, fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico, generalmente reconocido como uno de los «maestros universales del relato corto», del cual fue uno de los primeros practicantes en su país. Fue renovador de «la novela gótica», recordado especialmente por sus «cuentos psicológicos de terror». Considerado el inventor del «relato detectivesco», contribuyó asimismo con varias obras al género emergente de la «ciencia-ficción». Por otra parte, fue el primer escritor estadounidense de renombre que intentó hacer de la escritura su «modus vivendi», lo que tuvo para él lamentables consecuencias. Fue bautizado como Edgar Poe en Boston, Massachusetts, y sus padres murieron cuando era niño. Fue recogido por un matrimonio adinerado de Richmond, Virginia, Frances y John Allan, aunque nunca fue adoptado oficialmente. Pasó un curso académico en la «Universidad de Virginia» y posteriormente se enroló, también por breve tiempo, en el ejército. Sus relaciones con los Allan se rompieron en esa época, debido a las continuas desavenencias con su padrastro, quien a menudo desoyó sus peticiones de ayuda y acabó desheredándolo. Su carrera literaria se inició con un libro de poemas, «Tamerlane and Other Poems» (1827).
Por motivos económicos, pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos de la época; llegó a adquirir cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante. Debido a su trabajo, vivió en varias ciudades: Baltimore, Filadelfia y Nueva York. En Baltimor, en 1835, contrajo matrimonio con su prima Virginia Clemm, que contaba a la sazón trece años de edad. En enero de 1845, publicó un poema que le haría célebre: «El cuervo». Su mujer murió de tuberculosis dos años más tarde. El gran sueño del escritor, editar su propio periódico, que iba a llamarse «The Stylus», nunca se cumplió.
Murió el 7 de octubre de 1849, en la ciudad de Baltimore, cuando contaba apenas cuarenta años de edad. La causa exacta de su muerte nunca fue aclarada. Se atribuyó al alcohol, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis y otras causas.
La figura del escritor, tanto como su obra, marcó profundamente la literatura de su país y puede decirse que de todo el mundo. Ejerció gran influencia en la literatura simbolista francesa y, a través de ésta, en el surrealismo, pero su impronta llega mucho más lejos: son deudores suyos toda la literatura de fantasmas victoriana y, en mayor o menor medida, autores tan dispares e importantes como Charles Baudelaire, Fedor Dostoyevski, Franz Kafka, H. P. Lovecraft, Ambrose Bierce, Guy de Maupassant, Thomas Mann, Jorge Luís Borges, Clemente Palma, Julio Cortázar, etc. El poeta nicaragüense Rubén Darío le dedicó un ensayo en su libro «Los raros».
Poe hizo incursiones asimismo en campos tan heterogéneos como la cosmología, la criptografía y el mesmerismo. Su trabajo ha sido asimilado por la cultura popular a través de la literatura, la música, tanto moderna como clásica, el cine, por ejemplo, las muchas adaptaciones de sus relatos realizadas por el director estadounidense Roger Corman, el cómic, la pintura, varias obras de Gustave Doré, y la televisión, cientos de adaptaciones, como las españolas para la serie Historias para no dormir.
Para el poeta francés Stéphane Mallarmé, Poe fue «el dios intelectual» de su siglo.

Obras
Poemas
A Elena (To Helen)
Al río (To the river)
Annabel Lee (Annabel Lee)
Canto (Song, Edgar Allan Poe)
¿Deseas qué te amen?
El Cuervo (The raven)
El día más feliz (The happiest day)
Eldorado (Eldorado)
El Gusano Vencedor (The conqueror worm)
El lago (The lake)
Espíritus de los Muertos (Spirits of the dead)
Eulalia (Eulalie)
Israfel (Israfel)
La ciudad en el mar (The city in the sea)
La Durmiente (The sleeper)
Las Campanas (The bells)
No hace mucho, el autor de estas líneas (Not long ago, the writer of these lines)
Para Annie (For Annie)
Para M- (To M-)
Solo (Alone)
Sueños (Dreams)
Tierra de hadas (Fairyland)
Un sueño dentro de un sueño (A dream within a dream)

Relatos
Berenice (Berenice)
Bon Bon (Bon-Bon)
El ángel de lo extraño (The angel of the odd)
El barril de amontillado (The cask of amontillado)
El coloquio de los Monos y Una (The Colloquy of Monos and Una)
El Corazón Delator (The tell tale heart)
El corazón delator (audio relato)
El demonio de lo perverso (The imp of the perverse)
El diablo en el campanario (The devil in the belfry)
El Duque de L'Omelette (The Duc de l'Omelette)
El entierro prematuro (Premature burial)
Eleonora (Eleonora)
El gato negro (The black cat)
El pozo y el péndulo (The pit and the pendulum)
El retrato oval (the oval portrait)
El rey Peste (King pest)
La caída de la casa Usher (The fall of the house of Usher)
La Caja Oblonga (The oblong box)
La carta robada (The Purloined Letter)
La cita (The assignation)
La conversación de Eiros y Charmion (The conversation of Eiros and Charmion)
La máscara de la muerte roja (The masque of the red death)
La Sombra (The shadow)
Ligeia (Ligeia)
Los hechos sobre el caso de E. Valdemar (The strange case of M. Valdemar)
Manuscrito hallado en una botella (Manuscript found in a bottle)
Metzengerstein (Metzengerstein)
Morella (Morella)
Revelación mesmérica (Mesmeric revelation)
Silencio (Silence)
Un Cuento de las Montañas Escabrosas (A tale of the Ragged Mountains)
Un descenso al Maelström (A descent into the Maelström)
Von Kempelen y su descubrimiento (Von Kempelen and his Discovery)
William Wilson (William Wilson)

Novelas
La narración de Arthur Gordon Pym (The narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket)

El Cuervo

Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada,
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
"Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
sólo eso y nada más."

¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma
en mis libros, ni consuelo a la perdida abismal
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
y aquí nadie nombrará.

Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal
que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:
"No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal.
Sólo eso y nada más".

Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
"Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal
que dudé de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal:
sólo sombras, nada más.

La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
pero en este silencio atroz, superior a toda voz,
sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...
sí, susurré la palabra "Leonor" y un eco la volvió a nombrar.
Sólo eso y nada más.

Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;
veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.
Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!".

Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
fue, posóse y nada más.

Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
"Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser
osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"
Dijo el cuervo: "Nunca más".

Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa
sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal,
pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido
ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
que se llamara "Nunca más".

Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,
como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.
No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna
hasta que al fin musité: "Vi a otros amigos volar;
por la mañana él también, cual mis anhelos, volará".
Dijo entonces :"Nunca más".

Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
"Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado
que en su caída redujo sus canciones a un refrán:
"Nunca, nunca más".

Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
y hundido en el terciopelo me afané con recelo
en descubrir que quería la funesta ave ancestral
al repetir: "Nunca más".

Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra
al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,
y ya no usará nunca más!.

Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso
mecido por serafines de leve andar musical.
"¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Diós estos ángeles dirige
hacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!
¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás!".
Dijo el cuervo: "Nunca más".

"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad
trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,
a esta morada espectral? ¡Mas te imploro, dime ya,
dime, te imploro, si existe algun bálsamo en Galaad!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".

"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
Por el Diós que veneramos, por el manto celestial,
dile a este desventurado si en el Edén lejano
a Leonor , ahora entre ángeles, un día podré abrazar".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".

"¡Diablo alado, no hables más!", dije, dando un paso atrás;
¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!
¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje
quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".

Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;
y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,
no se alzará...¡nunca más!.

 
La máscara de la muerte roja
Relato en el que una misteriosa peste llamada «La Muerte Roja» ataca la ciudad de Próspero, príncipe de una ficticia nación, al cual le complacía darse todo tipo de placeres de los que un rey puede disfrutar, como el buen gusto, las artes, los bailes orquestados y fiestas rodeadas de diversión. Al darse cuenta de que la peste atacaba a toda su región, decide encerrarse en su castillo junto con varios cientos de nobles de su corte, los cuales intentan escapar de la Muerte Roja. Cierta noche, el rey decide realizar el mejor baile de máscaras jamás hecho. Para esto su castillo consta de siete aposentos pintados cada uno de un color diferente y con vitrales del mismo tono de las paredes, a excepción de una habitación, la habitación negra, que tiene los vitrales pintados de rojo, creando un ambiente terrorífico y fantasmal.
Mientras los invitados disfrutan de la fiesta, la gente continúa muriendo fuera, atacada por la enfermedad y sin ninguna ayuda.
Todos en el castillo bailan y se pasean por los aposentos, excepto por el negro, en el que se encuentra además un reloj de ébano que a cada hora interrumpe la fiesta con su lúgubre sonido, provocando entre los invitados una sensación de terror inexplicable.
Durante el transcurso de la fiesta, Próspero se fija en un extraño disfrazado con un atuendo blanco cual si fuera una mortaja, y el rostro cubierto por una máscara que representa una víctima de la Muerte Roja. El príncipe, que se siente gravemente insultado por ello, requiere al desconocido que se identifique. Después de una persecución por todos los salones de colores, llegan finalmente al negro, en donde el Príncipe arremete contra el extraño, al mismo tiempo lanza un grito de horror y cae muerto. Para horror de todos, el invitado se revela como la personificación de la misma Muerte Roja. A partir de ese momento, todos los ocupantes del castillo mueren uno a uno a causa de la Muerte Roja, justo en el momento en que el reloj del cuarto negro marca la medianoche.

El gato negro
Un joven matrimonio lleva una vida hogareña apacible con su gato, hasta que el marido empieza a dejarse arrastrar por la bebida. El alcohol le vuelve irascible y en uno de sus accesos de furia acaba con la vida del animal. Un segundo gato aparece en escena, la situación familiar empeora, llega a declararse un incendio, y los acontecimientos se precipitan hasta culminar en un horrendo desenlace.

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